Loading...

Vera Rojman

El Loco

«¿Sabes que en cada instante puede producirse una mutación de consciencia, que puedes súbitamente cambiar la percepción que tienes de ti? Uno se imagina a veces que actuar es triunfar respecto al otro. ¡Qué error! Si quieres actuar en el mundo, debes hacer que estalle esa percepción del yo impuesta, incrustada desde la infancia, que se niega a cambiar. Amplía tus límites sin fin, sin descanso. Entra en trance. Déjate poseer por un espíritu más poderoso que el tuyo, una energía impersonal. No se trata de perder conciencia, sino de dejar que hable la locura original, sagrada, que está en ti. Deja de ser tu propio testigo, deja de observarte, sé actor en estado puro, una entidad en acción. Tu memoria dejará de registrar los hechos, las palabras y los actos realizados. Perderás la noción del tiempo. Hasta aquí has vivido en la isla de la razón, descuidando las demás fuerzas vivas, las demás energías. El paisaje se ensancha. Únete al océano del inconsciente. Experimentas entonces un estado de supraconciencia en que no hay acto fracasado ni accidente. No tienes la concepción del espacio, devienes espacio. No tienes la concepción del tiempo: eres el fenómeno que llega. En este estado de presencia extrema, cada gesto, cada acción son perfectos. No puedes equivocarte, no hay ni plan ni intención. Sólo hay la acción pura en el eterno presente. No temas liberar el instinto, por primitivo que sea. Superar lo racional no significa negar la fuerza mental: mantente abierto a la poesía de la intuición, a los fulgores de la telepatía, a voces que no te pertenecen, a una palabra venida de otras dimensiones. Ve como se unen a la extensión infinita de tus sentimientos, a la inagotable fuerza creadora que te confiere la energía sexual. Vive tu cuerpo, ya no como un concepto del pasado, sino como la realidad subjetiva y vibrante del presente. Verás que tu cuerpo deja de estar dominado por concepciones racionales y se deja mover por fuerzas que pertenecen a otras dimensiones, por la totalidad de la realidad. Un animal enjaulado tiene movimientos comparables a la percepción racional. El movimiento libre de un animal en el bosque es comparable al trance. El animal enjaulado debe ser alimentado a horas fijas. El racional debe recibir, para actuar, palabras. El animal salvaje se alimenta solo y nunca se equivoca de comida. El ser en trance no actúa movido por lo que ha aprendido, sino por lo que es.»

El Mago

«Estoy en el presente. Cualquiera que sea la acción que deseo emprender, ha llegado la hora de iniciarla. Todo mi porvenir está en ciernes en las decisiones que tomo en este instante. Haced como yo: ved todos los momentos en que no sois vosotros mismos, en que no vivís en el aquí y ahora, que es el momento de la eternidad y lugar del infinito. ¿A qué esperáis? Deshaceos de esos fardos inútiles que son los restos del pasado y el temor al futuro. Encarno la energía que llamamos consciencia. Estoy absolutamente presente aquí, en este cuerpo, entre otros cuerpos, en un espacio y un tiempo dados. No estoy separado de lo que me rodea. Soy consciente de la multiplicidad asombrosa de todo lo que es. Os invito a vivir conmigo este inventario. Sed conscientes de todos los espacios, de toda la materia: árboles, planetas, galaxias, átomos, células. Si soy consciente, no soy sólo un espíritu limitado en una forma determinada, me convierto en la totalidad de la obra divina. ¿Cómo ser consciente? Es sencillo: no debe haber pasado en vosotros, ni futuro, sólo un momento, el momento cósmico. Hay que cortar de una vez por todas con las desviaciones del ego, las antiguas heridas. Hay que desprenderse de todo plan, de todo sufrimiento, de toda programación. Entonces se llega a la luz de la consciencia. Si estáis vivos, para vosotros, en el instante, la muerte no existe. Habéis sufrido pérdidas en el pasado y puede que las sufráis en el futuro, pero aquí y ahora no hay nada perdido. Aspiráis quizá a perfeccionaros, a mejorar vuestras vidas, pero en el momento no hay aspiraciones. Estáis ahí, con todo vuestro potencial. Yo, El Mago, me sitúo en este cruce de la eternidad y del infinito que llamamos presente. Soy fiel a todo lo que soy: mi cuerpo, mi inteligencia, mi corazón, mi fuerza creativa. Mi mesa de color carne tiene sus tres pies plantados en el suelo, me arraigo en alguna parte de la diversidad y, desde ese punto, actúo. Entre la infinidad de los posibles, elijo uno, mi moneda de oro, punto de tracción que me llevará a la totalidad.»

La Sacerdotisa

«He hecho una alianza con el misterio que llamo Dios. Desde entonces, en el mundo material no veo más que Su manifestación. Cuando contemplo mi propia carne, o la madera, o la piedra, descubro en ella la presencia del Creador. Cada matiz, cada tejido, cada variación de la realidad es una de Sus apariencias manifestándose en Sus infinita variedad. Vivo en el mundo de la energía divina. Palpito con toda la materia. Bajo mis pies, todo el planeta se estremece: también es una manifestación Suya, sólo que más amplia. Vibro al compás del universo, con el fuego, los océanos, las tempestades, las estrellas... La energía de toda la creación viene a mí. Sin embargo, soy un ser virgen. Nada ha entrado en mí más que el impensable Dios, no conozco la impureza. Sólo puedo tomar contacto con vosotros en esta dimensión intacta y sagrada de vuestro ser, vuestra esencia virginal. Si venís a hablarme de pasión, de sexualidad, de emoción, no os entenderé. Estoy mucho más allá de todo eso, más allá de la angustia, e incluso de la muerte. Pues si Dios está en la materia, ésta es inmortal, y ya no tengo miedo ni deseo alguno. Os ofrezco pues que os reunáis conmigo en lo que hay de divino en vosotros. Si os volvéis como yo, podréis entrar en mí. Vuestro sufrimiento es impuro, vuestro pasado es impuro, no vengáis a mí con lo que está poluto, salid de ese estado. Porque la impureza es una ilusión, así como la culpabilidad. ¡Aceptad el esplendor virginal de vuestro ser! Hay en todos vosotros, los seres humanos, un estado que sólo se da a Dios, que sólo puede ser poseído por Él y que está en constante relación con Él. Lo mismo sucede en todo el mundo vivo: en cada planta hay un centro intacto. En toda lengua, lo que os habla es lo que las palabras contienen de inefable. Comprended que nada es vuestro, que no poseéis ese cuerpo, esos deseos, esas emociones, esos pensamientos. Todo eso es de Él, del desconocido eterno e infinito que os habita. Daos a Él. Recibidlo. Soy despiadada, exijo que hagáis esta labor y que abandonéis, para uniros a mí, todo lo que no es digno de convertirse en el cáliz donde la divinidad pueda alojarse. Soy como esos templos en los que se practica el exorcismo, en los que hay que descalzarse para entrar, en los que se purifica el aire con incienso, en los que se lava a los creyentes con agua bendita. En unión con la potencia que percibo en todo, mis debilidades y mis dudas se desvanecen. Habito mi cuerpo como un lugar sagrado, puedo en cada instante darle el lugar que me corresponde. Estoy inmersa en mi obra, y nadie me desvía de ella. Nadie puede tomarme o sujetarme con sus sentimientos, sus deseos, sus proyecciones mentales. No se me distrae. Nadie puede desviarme de lo que quiero. Yo misma no quiero nada, obedezco a la Voluntad divina. No soy indulgente, soy inflexible. No poseo ningún secreto, pues estoy vacía. Me doy a Dios, que es el único secreto.»

La Emperatriz

«Soy la creatividad sin finalidad precisa. Estallo en infinidad de formas. Soy yo, después del invierno, quien tiñe de verde toda la Tierra. Soy yo quien llena el cielo de pájaros, los océanos de peces. Cuando digo "crear", hablo de transformar: soy yo quien hace que se abra la semilla y brote el germen. Si empiezo a engendrar niños, puedo dar a luz a una humanidad entera. Si se trata de dar fruto, produzco todos los frutos de la naturaleza. Mi mente no se queda atrás: un a palabra, un grito, y alumbro un mundo... Soy la mente creativa. Escuchadme y dejadme actuar en vosotros, pues os traigo la curación: cualquier problema, cualquier sufrimiento viene de un Yo trabado por la incapacidad de crear. Soy la actividad, la seducción, el placer. No hay nada en mí que no sea bello. No hay desvalorización: soy lo que soy, siempre plena y viva. En cuanto me encarno en un cuerpo, éste se vuelve sublime. Nada ni nadie puede resistírseme, soy la seducción espiritual, carnal, total. En mí no hay nada repulsivo, ni ridículo ni feo. Dejadme exultar en vosotros: soy el placer de ser lo que sois, sin prejuicios ni moral. Os enseño que todas vuestras ideas son bellas. Incluso vuestros pensamientos más atroces, más criminales, más abyectos, podéis considerarlos en su esplendor. Se permite la abundancia de pensamientos. Dejadlos brillar como estrellas efímeras en el firmamento de vuestra mente. Nada os obliga a ponerlos en práctica. Reconoced su belleza. ¡No os quedéis encerrados en vuestra fortaleza! Convertidla en templo con todas las puertas y ventanas abiertas: todas vuestras emociones son una delicia. ¡Qué bella envidia! ¡Qué poderosa cólera! ¡Qué maravillosa tristeza! Todo el abanico de sentimientos está a vuestra disposición, como un arco iris. Todos vuestros deseos son respetables. Todo en vuestro cuerpo es armonioso. Si adoptáis mis ideas, os convertiréis en un ser luminoso. Si creéis en mis sentimientos, llegaréis a la gracia. Cada sensación que tenéis de vosotros es un camino hacia la belleza. Estad seguros de vuestro poder de seducción. Cuando la Virgen sedujo a su Creador, yo estaba allí. Si ella no me hubiera conocido, no habría podido atraerlo. la seducción es un estado místico, es el diálogo amoroso de la criatura con su creador.»

El Emperador

«Soy la seguridad. Soy la fuerza misma. Cuando hablo en vosotros os doy a entender que no hay flaqueza. Mientras no me hayáis visto sólo conocéis la inseguridad. No tenéis el poder de hacer, de expresaros, de oponeros: sois una víctima. Pero conmigo vuestro miedo cesa Dejáis de dudar y de desvalorizaros. Nadie os puede obligar a hacer lo que no queráis hacer. Mis leyes son las leyes del universo en acción. Cuando uno no se opone a ellas, son infinitamente pacíficas. Pero cuando las desobedece, son terribles. Soy capaz de desencadenaros la enfermedad, el infarto, los tumores, la cirrosis. Si no obedecéis las leyes que ordeno puedo destruir. Tengo derecho a matar. Pero si estáis enfermos y yo os habito, os haré superar el dolor y las dificultades, disolver los obstáculos. Soy la salud oculta en un cuerpo doliente. Soy invencible. No me demoro en el conflicto: guerreo. Nunca me rindo. Soy la certeza. Nadie puede destronarme. Soy un eje, ordeno todo alrededor de mis leyes. Hago reinar el orden de todas las maneras, desde la más suave hasta la más feroz. Cuando os habito y encontráis a otro Emperador, unimos nuestras fuerzas. No hay competencia posible, no hay combate entre reyes. Soy un arquetipo único que reside en cada uno de vosotros. Cuando me manifiesto en vuestro cuerpo, estáis en pleno equilibrio, sois incapaces de tropezar. Conmigo, el cuerpo es el centro del universo, está sostenido por una fuerza inmensa y puede hacer frente a cualquier cosa. Soy terriblemente tranquilo. Cuando me sitúo en vuestra boca, en vuestra musculatura, vuestras palabras son exactas y no tembláis. Todo en vosotros se calma: la vida orgánica, los pensamientos, los deseos, el corazón, la memoria, el tiempo y el espacio. Colocadme en vuestro centro como una fuente inagotable, como la raíz de vuestro vuelo futuro. Entonces la angustia no os impedirá vivir ni realizaros, la impotencia y la pereza no dominarán vuestra acción. El temor a la miseria no se opondrá a vuestro trabajo, seréis capaces de construir vuestra prosperidad. Las tormentas emocionales no os distraerán de vuestra obra, el dolor y la enfermedad no os impedirán sentir vuestra fuerza, nada podrá quebrantar vuestra concentración. Ni vuestras reticencias intelectuales, ni vuestra timidez, ni vuestra identificación con el papel de víctima, ni los sufrimientos del pasado, ni la mala imagen que tenéis de vosotros mismos os impedirán encontrarme a mí, vuestro Emperador. Si una educación tóxica o un sistema de valores nefasto han impreso en vosotros falsas leyes, reglas inútiles, ¡apartadlas! Estableced vuestras reglas, vuestro sistema de trabajo, vuestras acciones a partir de las leyes que os revelo. Estoy aquí, aparezco, y detrás de mí hay todo un ejército, el sol, las estrellas, las galaxias. Os protejo y os exhorto a la fuerza. Soy vuestro guerrero interior, el que ve vuestras flaquezas y no flaquea.»

El Sacerdote

«Ante todo, soy un mediador de mí mismo. Entre mi naturaleza espiritual sublime y mi humanidad más instintiva, he elegido ser el lugar en que se produce la relación. Estoy al servicio de esta comunicación entre lo bajo y lo alto, mi misión es unir los aparentes opuestos. Un puente no es una patria, sólo es un lugar de paso. Permite la circulación de las energías creadoras del fenómeno, magníficamente ilusorio, que llamamos existencia. No es aislándome, sino tomando todos los caminos, como comunico la buena nueva. Encarno la bendición: ante mí, estáis en presencia de un misterio. Habitado por la divinidad, el menor gesto mío adquiere la dignidad de lo sagrado. Para convertirme en el lugar donde transita la voluntad divina, he aprendido a despejar de cualquier obstáculo, incluso el de mis propias huellas, los senderos de mi comunicación. Me conduzco hacia la nada para que el Ser supremo me ocupe por completo. Me conduzco al mutismo para que sea Él solo quien hable. Aparto de mi boca cualquier palabra que me pertenezca, sumerjo mi corazón en la paz y la ausencia de deseos para dejar sitio únicamente a Su amor, y elimino de mi voluntad hasta la voluntad de eliminar la voluntad. Hay en mí el mismo orden que en el universo. Soy una nave vacía, sin forma, que transporta la luz allá donde la lleve el viento. Me sitúo entre el cielo y la tierra, exhorto a los habitantes de la esperanza a elevarse hasta allí donde no hay límites. A cuanto está arraigado en la materia o en el espíritu comunico la potencia superior que da vida a lo inanimado. Por mí, la carne asciende hacia el espíritu para estallar en un sublime fuego de artificio. Por mí, el rebaño de energías angélicas desciende hacia el frío de la materia para disolverse en ondas de calor amante. Rechazo toda maldición. Bendigo lo que oigo, lo que veo, lo que siento. Llamo al amor, como un ave de dimensiones desmesuradas, para que se pose sobre la pequenez de un corazón. ¿Qué hago con vuestras riñas de familia, con vuestras penas, con vuestras heridas? Las pongo de rodillas a rezar. Dejadme venir a vosotros: bendeciré todo vuestro mundo, hasta vuestros problemas. Investid vuestras acciones con mi misión, despertad ante la fuerza de lo sagrado: el menor gesto vuestro, el menor acto, se tornará sagrado a su vez. Conoceréis el éxtasis de quien no habla en su propio nombre. El báculo que veis en mi mano no es un instrumento para dar órdenes. Es el símbolo de mi aniquilación gozosa. He pacificado mis deseos, transformado esta manada de lobos hambrientos en un vuelo de golondrinas que celebran el alba con sus cantos. El océano tumultuoso que agitaba mi corazón lo he convertido en un lago de leche, serena y dulce como la que manaba del seno de la Virgen. Quien tenga sed puede venir a beber de mi espíritu. No niego nada a nadie. Soy la puerta que puede ser abierta por todas las llaves. Quien entre en mi alma podrá avanzar hasta el límite extremo del universo, hasta el fin de los tiempos: soy la última frontera entre las palabras y lo impensable.»

Les Enamorades

«Soy el sol del Arcano, el sol blanco: casi invisible, pero que ilumina a todos los personajes. Soy ese astro: la alegría de existir y la de que el otro exista. Vivo en el éxtasis. Todo me da felicidad: la Naturaleza, el universo entero, la existencia del otro bajo todas sus formas, ese otro que no es otro que yo. Soy la conciencia que brilla como una estrella de luz viva en el centro de vuestro corazón. Me renuevo a cada instante, en todo momento estoy naciendo. Con cada latido de vuestro corazón, os uno con el universo entero. De mí parten los lazos infinitos que os unen con toda la creación. ¡Ah, el placer de amar! ¡Ah, el placer de unirme! ¡Ah, el placer de hacer lo que me gusta! Mensajero de la permanente impermanencia, renazco a cada segundo. Soy como un arquero recién nacido que lanza flechas hacia todo lo que sus sentidos pueden captar. No soy la amabilidad, no soy la ambición del bienestar ni del triunfo. Soy el amor incondicional. Os enseñaré a vivir en la maravilla, el reconocimiento, la alegría. Cuando penetro en vosotros, como en los personajes del Arcano, comunico el amor divino a todas vuestras células. Soplo en vuestra mente como un cálido huracán que elimina del lenguaje la crítica, la agresión, la comparación, el desprecio y toda la gama de la soberbia que separa al espectador del actor. Me insinúo en vuestra energía sexual para suavizar cualquier brutalidad, cualquier espíritu de conquista, de posesión. Confiero al placer la delicadeza sublime de un ángel que estalla. Cuando me disuelvo en vuestro cuerpo es para desprenderlo de la dictadura de los espejos y los modelos, de la mirada de los demás, del dolor de las comparaciones. Le permito vivir su propia vida, asumir su luz y su belleza. En el corazón que habito, ahuyento las ilusiones del niño malquerido. Como la campana de la catedral, derramo en la sangre la penetrante vibración del amor, libre de cualquier rencor, de cualquier demanda emocional disfrazada de odio y de cualquier envidia, que no es sino la sombra del abandono. Os inicio al deseo de no obtener nada que no sea también para los demás. La isla del "Yo" se transforma en archipiélago. Todo contribuye a aumentar mi alegría, incluso lo que interpretáis como circunstancias negativas: el luto, la dificultad, la pequenez, los obstáculos... Amo las cosas y los seres como son, con sus infinitas posibilidades de desarrollo. A cada instante los veo y estoy dispuesto a participar en su desarrollo, pero también a aceptar que sigan siendo como son.»

El Carro

«Estoy lleno, absolutamente lleno de fuerza. Nada se desperdiciaarraigado en el planeta, amante de todas sus energías, con ellas avanzo. Cual caballero de fuego, no me muevo de mi sitio. No me deslizo sobre la tierra. Veo desde arriba. Viajo con el tiempo sin salir nunca del instante. Sin pasado, sin futuro, el único tiempo posible: el presente, como una inconmensurable joya. Lo que no está aquí no está en ningún otro sitio. Soy el origen de todos los guerreros, de los campeones, de los héroes, de toda capacidad de aguante y de toda valentía. Nada me asusta, ningún trabajo. Puedo ir a la guerra o alimentar a todos los habitantes de la Tierra. Estoy absolutamente centrado, en medio del universo, atravesado por todas las energías de la materia y del espíritu. Si soy una flecha, hiendo mi propio corazón, y esta profunda herida, esta conciencia, me transforma. Para el que está despierto el sufrimiento se convierte en bendición. Disuelvo los sufrimientos ocultos en mis huesos, uno el estado de vigilia al de sueño. Atravieso la noche de la duda sobre el abismo de mí mismo. Corto el nudo de los enigmas. Supero la angustia de ser, desprecio las apariencias, libero los sentimientos de la razón, destruyo lo que se opone a mí, soy lo que soy. Quiero vivir tanto tiempo como el universo. Centro de una esfera creciente, invado la dimensión en que el pensamiento no se manifiesta todavía, donde en la oscuridad se gesta la acción pura. Reduzco a polvo los enjambres de palabras. Ningún espejo me asusta, ni siquiera el alma que se desprende de los muertos como una fruta seca. He convertido mi infortunio en diamante, cada abismo en una fuente de energía. Todos los soles pueden morir, yo seguiré brillando. La fuerza inconcebible que sostiene al universo me sostiene también. Soy el triunfo de lo existente en la vacuidad. Ni las muertes ni las persecuciones pueden hacer nada para abatirme, ni los ciclos de la historia, ni la sucesiva decadencia de las civilizaciones: soy la consciencia y la fuerza vital de la humanidad. Cuando me encarno en vosotros, los fracasos se convierten en nuevos puntos de partida, y diez mil razones de renunciar no valen nada frente a una única razón de continuar. Conozco el miedo, conozco la muerte, no me detienen. Sé crear, sé destruir, sé conservar, y todo ello con la misma energía irresistible. Soy la actividad misma del universo. Avanzo hacia todas las dimensiones del espacio rompiendo los horizontes, hasta llegar al objetivo, que es la máscara del comienzo. Retrocediendo también, de vacío en vacío, a la derecha, a la izquierda y hacia arriba, apartando galaxias hasta disolverme en la ausencia perturbadora, madre del primer grito que todo lo sostiene. Soy el triunfo de la unidad en el quiebro del verbo, soy el triunfo del infinito en la cremación de los últimos límites, soy el triunfo de la eternidad; en mi corazón, los dioses se desvanecen.»

La Justicia

«Allí donde el espíritu tiene la misma dimensión que la materia, allí donde no se sabe si la densidad es la raíz del éter, donde el éter genera la densidad; allí, en ese equilibrio eterno e infinito, estoy yo. La realización del universo es mi justicia; que dé a cada galaxia, a cada sol, a cada planeta, a cada átomo, el lugar que merece. Gracias a mí, el cosmos es una danza. Cada nacimiento, cada espiral, cada estrella que se apaga tiene su lugar en el universo. Permito que cada ser sea lo que es; cada partícula de polvo, cada cometa, cada huérfano merece cumplir el cometido que la ley suprema le ha dado. A la menor desviación de ese decreto, pronuncio el castigo supremo: el que se desvíe será expulsado del presente. El bien que haces a los demás, te lo doy. Lo que no das, te lo quito. Cuando destruyes, te elimino. No sólo disuelvo tu materia, sino que borro toda huella tuya en la memoria del mundo. Cuando aparezco en el cuerpo de una mujer, ésta se convierte en una verdadera madre. Dar a luz es conceder un lugar en el aquí y el ahora a la Consciencia infinita. Yo, madre universal, me sitúo en el cruce resplandeciente y monumenta l en que el océano de la materia entra en contacto con el alma impalpable, que se desintegra como una lluvia para hacer vivir cada fragmento denso. Soy esa perfección que no pide ningún añadido ni tolera sustracción alguna: cuanto se me da ya lo tenía; cuanto se me quita no existía en mí. Cada instante es justo, perfecto. De la acción, elimino toda intención subjetiva. Permito que las cosas sean exclusivamente lo que son. Doy a cada cual lo que merece: al intelecto, el vacío; al corazón, la plenitud del amor; al sexo, el placer de la creación; al cuerpo, la prosperidad, que no es sino la salud; a la quinta esencia, la Consciencia, le doy su centro, que es el Dios interior.»

El Ermitaño

«He llegado al final del camino, allí donde lo impensable se presenta como un abismo. Ante esta nada, no puedo avanzar. Sólo puedo andar hacia atrás, contemplando lo ya recorrido. A cada retroceso, formo ante mí una realidad. Entre la vida y la muerte, en una crisis continua, mantengo encendida mi linterna, mi consciencia. Me sirve, por supuesto, para guiar los pasos de quienes me siguen por la vía que he abierto. Pero brilla también para señalarme a mí mismo: he llevado a cabo toda la labor espiritual que debía hacer. Ahora, oh misterio infinito, ven en mi ayuda. Poco a poco, he ido deshaciéndome de las ataduras. Ya no pertenezco a mis pensamientos. Mis palabras no me definen. He vencido mis pasiones: desprendido del deseo, vivo en mi corazón como en un árbol hueco. Mi cuerpo es un vehículo que veo envejecer, pasar, desvanecerse como un río de curso irresistible. Ya no sé quién soy, vivo en la ignorancia total de mí mismo. Para llegar a la luz, me adentro en la oscuridad. Para llegar al éxtasis, cultivo la indiferencia. Para llegar al amor a todo, me retiro en la soledad. Allí, en el último recoveco del universo, es donde abro mi alma como una flor de pura luz. Gratitud sin exigencia, la esencia de mi conocimiento es el conocimiento de la Esencia. Por el camino de la voluntad, he llegado hasta la cima más alta. Soy llama, luego calor, luego luz fría. He aquí que brillo, que llamo y espero. He conocido mi soledad completa. Este ruego va directamente de mí a mi Dios interior: tengo la eternidad delante de mi espalda. Entre dos abismos, he esperado y seguiré esperando. Ya no puedo avanzar ni retroceder por mí mismo: necesito que vengas. Mi paciencia es infinita, como tu eternidad. Si no vienes, te esperaré aquí mismo, pues esperarte se ha convertido en mi única razón de vivir. ¡Ya no me muevo! Brillaré hasta consumirme. Soy el aceite de mi propia lámpara, este aceite es mi sangre, mi sangre es un grito que te llama. Soy la llama y la llamada. He cumplido mi cometido. Ahora sólo tú puedes continuarlo. Soy la hembra espiritual, la actividad infinita de la pasividad. Como una copa, ofrezco mi vacío para que sea colmado. Porque me he ayudado a mí mismo, ahora ayúdame Tú.»

La Rueda de la Fortuna

«He conocido todas las experiencias. Al principio, tenía ante mí un océano de posibilidades. Guiada sucesivamente por la voluntad, la Providencia o el azar, elegí mis acciones, acumulé conocimiento, para luego estallar sin finalidad preconcebida. Innumerables veces encontré la estabilidad. Quise conservar sus frutos sobre mi mesa pero los vi pudrirse. Comprendí que debía abrirme hacia los demás, compartir. Que tendría que buscar el gran Otro en mí mismo, la fuente divina. El centro de mis incontables revoluciones alrededor de este eje. Me perdí, buscando cuanto se me pareciera. Conocí el placer de reflejar me en los ojos del otro como en infinitos espejos. Hasta el día en que, con una fuerza irreprimible, actué en el mundo y traté de cambiarlo, para darme cuenta de que sólo podía empezar a transformarlo. Mi búsqueda espiritual se amplió hasta el punto de impregnar la totalidad de la materia, y llegué a la espantosa perfección, ese estado en que nada se me podía añadir, y nada se me podía quitar. No quise quedarme así, petrificada. Entonces lo abandoné todo, con mi sabiduría por única compañera. Llegué al límite extremo de mí misma, plena, pero detenida, en espera de que el capricho divino, la energía universal, el viento misterioso que sopla desde lo inconcebible, me haga girar y que en mi centro eclosione el primer impulso de un nuevo ciclo. He aprendido que todo lo que empieza acaba, y que todo lo que acaba empieza. He aprendido que todo lo que se eleva desciende, y que todo lo que desciende se eleva. He aprendido que todo lo que circula termina estancándose, y que todo lo que se estanca termina circulando. La miseria se convierte en riqueza, y la riqueza en miseria. De una mutación a otra, os invito a uniros a la rueda de la vida, aceptando los cambios con paciencia, docilidad, humildad, hasta el instante en que nazca la Consciencia. Entonces todo lo humano, cual crisálida que se transforma en mariposa, alcanza el grado angélico donde la realidad deja de girar sobre sí misma, donde se eleva al espíritu del Creador.»

La Fuerza

«Os esperaba. Soy el inicio del nuevo ciclo y, después de todo lo que habéis llevado a cabo, no podríais vivir si no me conocierais. Os enseñaré a vencer el miedo: conmigo estaréis dispuestos a verlo todo, a oírlo todo, a probarlo todo, a tocarlo todo. Los sentidos no tienen límites, pero la moral está hecha de miedos. Os haré ver la inmensa ciénaga de vuestras pulsiones, las sublimes y las tenebrosas. Soy la fuerza oscura que asciende en vosotros hacia la luz. Del centro de las profundidades, de los subterráneos de mi ser, brota mi energía creadora. Echo raíces en el cieno, en lo más denso, más terrorífico, más insensato. Como un horno ardiente, mi sexo exhala deseos que, a primera vista, parecen de naturaleza bestial, pero que no son sino el canto oculto en la materia desde el origen del universo. Mi intelecto, luz procedente de las estrellas, fría como el infinito, actúa sobre el calor eterno del magma para producir el rugido creador. Cielo y Tierra se unen en ese grito, despertando al mundo. Puedo hacer que cada humilde piedra se convierta en una obra de arte. Puedo hacer que en árboles raquíticos crezcan frutos jugosos. Puedo transformar la línea del horizonte en un tajo púrpura, vivo, como un largo e infinito rubí. Cada una de las huellas que mis pies potentes dejan en el barro se convierte en colmena que derrama miel. Dejo que circule en mi cuerpo de abajo arriba, como las olas de un océano proceloso, el impulso sublime y feroz que el mundo necesita. Llamadlo como os parezca: potencia sexual, energía de la materia, dragón, kundalini... Es un caos inconmensurable que cobra forma en mi interior. En mi vientre se unen un diablo y un ángel, formando un torbellino. Como un árbol, estiro mis ramas hacia el cielo reforzando al mismo tiempo mis raíces en la tierra. Soy una escalera por la cual la energía sube y baja simultáneamente. Nada me asusta. Soy el comienzo de la creación.»

El Colgado

«Estoy en esta posición porque así lo quiero. Yo corté las ramas. He librado mis manos del deseo de asir, de apropiarme de las cosas, de retener. Sin abandonar el mundo, me he retirado de él. Conmigo podéis encontrar la voluntad de entrar en el estado en que ya no hay voluntad. En que las palabras, las emociones, las relaciones, los deseos, las necesidades ya no os atan. Para desligarme, he cortado todos los lazos, salvo el que me liga a la Consciencia. Tengo la sensación de caer eternamente hacia mí mismo. A través del laberinto de las palabras, me busco, soy el que piensa y no lo que es pensado. No soy los sentimientos, los observo desde una esfera intangible donde sólo hay paz. A una distancia infinita del río de los deseos, sólo conozco la indiferencia. No soy un cuerpo, sino quien lo habita. Para llegar a mí mismo, soy un cazador que sacrifica su presa. Encuentro la acción candente en la infinita no-acción. Atravieso el dolor para encontrar la fuerza del sacrificio. Poco a poco me deshago de lo que podríamos llamar "yo". Entro en mí mismo incesantemente, como en un bosque encantado. Nada poseo, nada conozco, nada sé, nada quiero, nada puedo. Sin embargo, universos enteros me recorren, me llenan de sus torbellinos y se van. Soy el cielo infinito que deja pasar las nubes. ¿Qué me queda? Una sola mirada, sin objeto, consciente de sí misma, haciendo de sí misma la última y máxima realidad. Entonces estallo en pura luz. Entonces me convierto en eje de una danza total, en agua bendita a la que vienen a beber los sedientos. A partir de ese momento soy el aire puro que expulsa las atmósferas viciadas. A partir de ese momento, mi cuerpo atado se convierte en fuente cataclísmica de la vida eterna. Sólo soy un corazón que late, que propulsa la belleza hacia los confines de la creación. Me convierto en la dulzura apacible en cualquier dolor, en la incesante gratitud, en la puerta que conduce a las víctimas al éxtasis. El camino en pendiente por el que uno se desliza hacia arriba. En la viva luz que circula en la oscuridad de la sangre.»

...

«Si te das prisa, me alcanzarás. Si frenas, te alcanzaré. Si andas tranquilamente, te acompañaré. Si te pones a girar, danzaré contigo. Ya que nuestro encuentro es inevitable, ¡hazme frente ahora mismo! Soy tu sombra interior, la que ríe detrás de la ilusión que llamas realidad. Paciente como una araña, engastada como una joya en cada uno de tus instantes, compartes tu vida conmigo; si te niegas a ello, no vivirás en la verdad. Ya puedes huir al otro extremo del mundo, que yo siempre estaré a tu lado. Desde que naciste, soy la madre que no deja de darte a luz. ¡Alégrate entonces! Sólo cuando me concibes la vida cobra sentido. El insensato que no me reconoce se aferra a las cosas sin ver que todas me pertenecen. No hay ninguna que no lleve mi sello. Permanente impermanencia, soy el secreto de los sabios: ellos saben que sólo pueden avanzar por mi camino. Los que me asimilan se vuelven poderosos. Los que me niegan, tratando en vano de huir de mí, pierden las delicias de lo efímero: son sin saber ser. Agonizan sin saber vivir. Los niños no me imaginan. Si pudieran hacerlo, dejarían de ser niños, pues soy el final de la infancia. Quien me encuentra en su camino se vuelve adulto: sabe que me pertenece. Devoro sus dificultades, sus triunfos, sus fracasos, sus amores, sus decepciones, sus placeres, sus dolores, sus padres, sus hijos, su orgullo, sus ilusiones, su riqueza, lo devoro todo. Mi voracidad no tiene límite, devoro incluso a los dioses. Pero con el último, con el auténtico, una vez disueltas las máscaras en mis entrañas, me rompo los dientes. En su indescriptible misterio, en su presencia ausente, en su ausencia presente, me mato a mí misma... Cuando la totalidad de la materia pasa por mi garganta sin fondo y las cosas dejan de aparecer, me veo obligada a esfumarme. Gracias a mí, todo se convierte en polvo y todo se hunde. Pero no pienso que sea una tragedia. Hago de la destrucción un proceso de extremo esplendor. Espero que la vida se manifieste hasta alcanzar su mayor belleza, y aparezco entonces para eliminarla con la misma belleza. Cuando llega al límite de su crecimiento, empiezo a destruirla con el mismo amor que se empleó en construirla. ¡Qué alegría! ¡Qué alegría inconmensurable! Mi destrucción permanente abre la vía a la creación constante. Si no hay fin, no hay comienzo. Estoy al servicio de la eternidad. Para obtenerla, debes aceptarme y debes combatirme al mismo tiempo, porque en el fondo no existo, sólo existe la vida, es decir, el cambio. Si te entregas a la transformación, te conviertes en el amo del momento efímero, porque lo vives en su intensidad infinita. Por mí nace el deseo en los vientres, en los sexos. El coito sirve para conquistar la eternidad. Si no tuvieras cuerpo material, yo no existiría. Cuando te conviertes en puro espíritu, desaparezco. Sin materia, dejo de ser. ¡Atrévete, pues, a depositar tus huesos y tu carne en mis fauces! Para triunfar, tienes que darme de ti todo aquello que, en realidad, siempre ha sido mío. Tus ideas, tus sentimientos, tus deseos y tus necesidades, todo eso me pertenece. Si quieres conservar algo, por ínfimo que sea, tú que no eres nada ni posees nada, lo perderás. Perderás la Eternidad. ¡Sé fuerte! ¡Vive junto a mí! Quien camina conmigo transforma a sus hijos, a sus amigos, su patria, su mundo. Identificándote con tu consciencia, me tendrás miedo. Sacrificando tu consciencia, cediéndome la última de tus ilusiones -esa mirada que todo lo quiere y cree ver sin ser nada-, me vencerás. Compréndelo: én mi extrema negrura, soy el ojo de ese impensable que podrías llamar Dios. También soy Su voluntad. Gracias a mí, vuelves a Él. Soy la puerta divina: quien entra en mi territorio es un sabio, y quien no puede cruzar mi umbral conscientemente es un niño miedoso acorazado en sus detritos. En mí hay que entrar puro: deshazte de todo, deshazte incluso del desasimiento, aniquílate. Cuando desaparezcas, aparecerá Dios. ¿Quieres fuerza? Aceptándome serás el más fuerte. ¿Quieres sabiduría? Aceptándome serás el más sabio. ¿Quieres valentía? Aceptándome serás el más valiente. ¡Dime qué quieres! Si te conviertes en mi amante, te lo daré. Cuando sientes que formo parte de tu cuerpo, transformo la concepción que tienes de ti mismo, te vuelvo muerto en vida y te confiero la mirada pura de los muertos: dos agujeros sin sujeción por los cuales sólo mira Dios. El instante es entonces terrible, todo se transforma en espejo, y te ves en cada ser, en cada forma, en cada proceso. Lo que llamas «la vida» se torna danza de ilusiones. No hay diferencia entre la materia y el sueño. No tiembles, no temas, ¡alégrate! La vida, aunque irreal y efímera, revela su mayor belleza. Dándome tu mirada comprenderás por fin que es un milagro estar vivo. Tu ser divino e impersonal no puedo devorarlo. Sólo engullo los egos. Todos tienen sabores distintos, a cada cual más fétido y amargo. Cuando se capta mi omnipresencia, puede decirse que empieza la labor llamada iniciación. Esta dura hasta que comprendas que no soy de ti, sino que soy tú. No me gusta que se me encuentre antes de hora. Deseo que se me llame en el momento preciso en que se entiende quién soy. Si se me precipita suicidándose, no aporto sabiduría ninguna, pues se me disfraza de vulgar destrucción. No soy una desgracia absurda, tengo un significado profundo, soy la gran Iniciadora, la Maestra impalpable oculta bajo la materia. Cuando se me solicita de manera insensata me enfurezco, se me hace actuar contra mi voluntad. Sólo los que llegan a mí con plena consciencia me proporcionan el gozo supremo. Pero la mayoría de los seres, ignorantes, vienen a mí a través de la guerra, el crimen, el vicio, la enfermedad, las catástrofes. Raros son los que alcanzan ese estado de consciencia pura en que me convierto en el apogeo de la realización. Ésos siempre me reconocen, mientras que a los demás los sorprendo. El que se resigna, comprende y acepta ser mi presa, vive con facilidad, libertad y alegría, confiado frente a las agresiones, sin pesadillas, realizando sus deseos: perdiendo la esperanza, se pierde también el miedo. No me tiendas la mano, pues la pudriría inmediatamente. Ofréceme tu consciencia. ¡Desaparece en mí para ser por fin la totalidad!»

Templanza

«No pasa un segundo sin que esté con vosotros, pues mi esencia verdadera es ser guardiana. No imagináis la cantidad de peligros y enfermedades de los que os salvo. Ahí estoy, os vigilo. Cuando soñáis, velo por vuestros sueños, aparto las pesadillas. Os amo infinitamente. Fiaos de mí porque, cuando dejáis de creer en mi benevolencia, me vuelvo cada vez más minúscula e invisible, pierdo una parte de mi poder. Pero, en cuanto volvéis a verme, actúo cada vez mejor, dentro de vosotros como en el mundo exterior. Al igual que una madre dejaría a su hijo al cuidado de una persona de confianza, podéis confiaros a mí como niños: os protegeré. ¿Cuántos de vosotros habéis tomado súbitamente consciencia de mi existencia en el instante en que un coche iba a atrepellaros y yo os eché atrás? ¿O cuando os disuadí de que subierais a un avión que iba a estallar en vuelo? ¿O cuando os detuve a pocos centímetros de un abismo? Soy el equilibrio y la prosperidad. Soy la voz interior que exclama "¡Cuidado!", y os evita el error fatal, el accidente, el gesto irreversible. Por vosotros estoy en constante estado de alerta. Soy la Benevolencia del universo. Me comunico con la naturaleza y todas las entidades que gobiernan el mundo para que os sean favorables, intercepto los peligros, guío los intercambios. Estoy presente en el Norte, en el Sur, en el Este y en el Oeste, en los cuatro polos del mundo, para que viváis en total confianza. Se me ha llamado "Ángel de la Guarda", así me soñó la Iglesia, con apariencia infantil. Soy esto y mucho más que esto. Soy una parte de vuestro inconsciente, su parte benévola, la que os ayuda y os vigila hasta en vuestro sueño. Estoy aquí para impulsaros a actuar cuando una acción es buena para vosotros. Dadme vuestra confianza: estoy para equilibraros. Los que sufren y se atormentan no me conocen, y sin embargo también estoy para ellos. Sólo espero que me vean, que me llamen. No os pido más que una cosa: que me conozcáis. Si me reconocéis, no estáis solos. Pero entonces, me diréis, ¿qué hay que hacer para llegar a mí? Y os responderé: hay que empezar por imaginarme. Podéis invocar primero mi imagen infantil de Ángel de la Guarda, es mi inicio. Jugad conmigo como el niño que habla a su ángel. Haced como si existiera. Imaginad que estoy ahí, junto a vosotros, siempre, y que mi único cometido es ayudaros. Y sobre todo, como un niño confiado, aceptad mi ayuda. Abandonad vuestras defensas. Cuando necesitáis algo, pedidlo en voz alta: "Ángel de la Guarda, ayúdame, intercede por mí en este problema, en esta dificultad...". Responderé a todas vuestras peticiones, ya sean prácticas o espirituales. Pedidme que os proteja, me gusta protegeros. Decidme: "Protector mío, vela por mi salud, ayúdame a encontrar un trabajo que me guste de verdad, en que me realice como ser humano, que no falte de nada a mi familia". O decidme: "Protector mío, ayúdame a conservar la calma en estas circunstancias difíciles, ayúdame a progresar y a desarrollar mi consciencia, dame fuerza, mejora mi salud y haz que cada día yo resulte útil a quienes me rodean. Confío en ti". Incluso si no creéis en mí, imitad esta creencia y, poco a poco, empezaré a aparecer. El tiempo es mi aliado, pues os aporta cada vez más sabiduría. Estoy con vosotros desde el nacimiento hasta el momento que llamamos la muerte, que es otro nacimiento.»

El Diablo

«Soy Lucifer, portador de la antorcha. El excelso regalo que hago a la humanidad es la absoluta ausencia de moral. Nada me limita. He transgredido todas las leyes; quemo las Constituciones y los libros sagrados. Ninguna religión puede abarcarme. Destruyo todas las teorías, hago explotar todos los dogmas. En el fondo del fondo del fondo, nadie habita más profundo que yo. Soy el origen de todos los abismos. Soy el que da vida a las grutas oscuras, el que conoce el centro en torno al cual giran todas las densidades. Soy la viscosidad de todo cuanto trata en vano de ser formal. La suprema fuerza del magma. La pestilencia que denuncia la hipocresía de los perfumes. La carroña madre de cada flor. El corruptor de los espíritus vanidosos que se revuelcan en la perfección. Soy la consciencia asesina de lo perpetuamente efímero. Yo soy, encerrado en el subterráneo del mundo, quien hace temblar la catedral estúpida de la fe. Yo soy quien, de rodillas, muerde y ensangrienta los pies de los crucificados. Quien presenta al mundo, sin pudor, sus llagas abiertas como vaginas hambrientas. Yo violo el huevo pútrido de la santidad. Hundo la erección de mi pensamiento en el sueño mórbido de los hierofantes, para escupirles en pleno simulacro el esperma frío de mi desprecio. Conmigo no hay paz. No hay dulce hogar establecido. Ni Evangelios almibarados. Ni virgen de azúcar para las lenguas húmedas de monjas apáticas. Defeco soberanamente sobre los pájaros leprosos de la moral. No me impido imaginar a un profeta a gatas montado por un asno en celo. Soy el cantor extasiado del incesto, el campeón de todas las depravaciones, y abro con deleite, con la uña de mi meñique, las tripas de un inocente para mojar en ellas mi pan. Sin embargo, desde lo más hondo de la caverna humana, enciendo la antorcha que organiza las tinieblas. Por una escalera de obsidiana llego al pie del Creador para ofrendarle el poder de la transformación. Sí: ante la divina impermanencia, lucho para conservar el instinto, para fijarlo como una escultura fluorescente. Lo ilumino con mi consciencia, y retengo hasta que estalle en una nueva obra divina el universo infinito, laberinto inconmensurable que se desliza entre mis garras, presa que se me escapa entre los dientes, huellas que se desvanecen como un perfume sutil... Y me quedo ahí, intentando unir todos los segundos unos con otros, detener el flujo del tiempo. Eso es el infierno: el amor total hacia la obra divina que se desvanece. Es Él el artista: invisible, impensable, impalpable, intocable. Yo soy el otro artista: fijo, invariable, oscuro, opaco, denso. Antorcha que arde eternamente con fuego inmóvil. Yo soy quien quiere engullir esta eternidad, esta gloria imponderable, clavarla en el centro de mi vientre y parirla como una ciénaga que se desgarra para eyectar el tallo en cuyo extremo se abrirá el loto donde brilla el diamante. Así, yo, lacerando mis tripas, quiero ser la Virgen suprema que pare a Dios y lo inmoviliza en una cruz para que se quede eternamente aquí, conmigo, siempre, sin cambio, permanente permanencia.»

La Torre

«Soy el Templo: el mundo entero es un altar que sacralizo. Mi existencia, como la vuestra, demuestra con cada latido de corazón que el mundo es divino, que la carne es una celebración viva, y la vida una construcción incesante. Conmigo conocéis la alegría, que es la llave de lo sagrado. Soy la vida misma, la transformación y la reconstrucción, la llama y la energía de lo vivo, de toda la materia y de todo el espíritu. Si queréis entrar En mí, tendréis que alegraros, echar al fuego los caprichos infantiles en la tristeza y el miedo, y preguntaros a cada despertar: "¿Qué fiesta es?" Soy la alegría cataclísmica de lo vivo, el permanente imprevisto, la maravillosa catástrofe. Una corona defensiva me alejaba del mundo. Un tapón de antiguas palabras obstruía mi mente, y nubes de sentimientos cristalizados momificados, petrificados, impedían que surgiera la luz de mis latidos. Un manto denso de deseos que transformaban mis formidables ganas de vivir en carcelero. Era carne sin Dios, consumiéndose en las llamas de su propia existencia, mi Yo convertido en prisión. Despreciándome, aislándome, creyendo defender un territorio interior que sólo me perteneciera a mí, ¿qué era yo en la oscuridad de esta Torre? ¿Amo de qué? ¿De qué parecer, de qué falsa identidad? Sólo era el aire enrarecido de una oscuridad egoísta. Y, de repente, desde dentro y desde fuera surgió la fuerza innominable, el amor que sostiene la materia. Mi cima se abrió, mis cimientos también. Las energías del cielo y de la materia, uniéndose, me atravesaron como un huracán. Conocí el fuego del centro de la tierra, la luz del centro del universo. Recibí el eje universal, vibrante, dejé de ser Torre: fui canal. Entonces estalló la alegría de la unión. Lo alto era lo bajo, lo bajo era lo alto. Como una hormiga reina, empecé a engendrar seres alegres. Dios estaba en mí, y yo, sin ser Dios, era materia en adoración. Sabía que podía estallar, que cada uno de mis ladrillos cruzaría el infinito como un ave. Sabía que todo lo que había estado encerrado en la materia brotaría a través de mí. Yo era el pilar central de una danza cósmica, era sencillamente el cuerpo humano en plena recepción de su energía original.»

La Estrella

«Estoy en el mundo, soy del mundo, actúo en el mundo. Estoy en mí, soy de mí, actúo en mí. Separada y unida al mismo tiempo, ínfimo engranaje de una máquina cósmica, colaboro, recibo y doy, absorbo y reparto. Mi desnudez es completa: ningún principio me guía, ni más ley que la natural. Si digo «soy» es porque, en la infinita multiplicidad de los seres y de las cosas, he encontrado mi sitio, en el mundo y en mí misma, es lo mismo. Ya no necesito buscar, ni tengo imagen alguna de mí misma, estoy en mi sitio. Aquí, y en todas partes, voluntariamente atada. Estoy en cada partícula de polvo, en cada territorio, cada curso de agua, cada estrella, cada parte de mi cuerpo. ¿Y cómo no respetaría al mundo, a mis huesos y mi carne? Toda esta materia no me pertenece, me fue prestada, sólo por un fragmento del tiempo. Y la respeto, porque es mi templo, el templo donde reside el Dios impensable. El espíritu es materia, y la materia es espíritu, el universo nace y estalla constantemente y, en su centro, ahí donde me arrodillé, estoy. Si digo "estoy ahí", quiero decir "en aquello" que sostiene a cualquier vida, en esta fuente incesante de energía que distribuyo por mi mente, mi corazón, mi sexo. Energías de una pureza sublime que, al brotar de mí, limpian el mundo. Devuelvo el perfume a la atmósfera, su dulzor a las aguas del río,.su fertilidad a la tierra, y su vida a todos los océanos. No hay un solo sitio en el cosmos en que yo esté ausente. En cada instante, nunca abandono el presente. Ni el pasado, ni el futuro pueden encadenarme. Ni los arrepentimientos, ni los proyectos. Constante, fiel a mi lugar, recibo y doy. Y cuando digo "Soy del mundo y de mí misma", significa que me entrego sin reticencia, eliminando hasta su raíz la más oscura de las críticas. No juzgo. Amo y sirvo. No me separo, ni siquiera por espacio del grosor de un cabello; pertenezco, es decir que venero, obedezco. Por eso estoy desnuda, desnuda como un árbol, un pájaro o una nube. Soy de mi cuerpo, de mi carne y de mi sangre; siendo, me resulta imposible abandonar o abandonarme a mí misma. ¿Cómo no amar lo que me posee amorosamente? Así como me doy a la tierra, me doy a mi carne y a mis huesos. Al igual que me confío a los océanos, me confío a mi sangre. Al igual que me entrego al aire, me entrego a mi piel; al igual que me remito a las estrellas, me remito a mi cabello. Y, llena de este amor de esclava, radiante, actúo sobre el mundo y sobre mí misma. Actúo, es decir que voy con el mundo, eliminando los obstáculos, transmitiendo la energía que viene de más allá de las estrellas. Me limito a enriquecer y purificar, y nutrir, y comprender, y purificar. Asimismo actúo sobre mí: me abro a todos los infinitos, dejo que el aliento de los dioses circule por todos los poros de mi sangre. Permito a todos los misterios que me atraviesen. Y, en el centro de mi vientre, ya infinito, recibo y dejo que nazca la totalidad de la luz.»

La Luna

«Me pedís que me explique, pero estoy tan lejos de las palabras, de la lógica, del pensamiento discursivo, del intelecto... Me encuentro en un estado secreto e indecible, soy el misterio donde comienza todo conocimiento profundo, cuando os sumergís en mis aguas silenciosas sin pedir nada, sin tratar de definir nada, fuera de toda luz. Cuanto mas entráis en mí, más os atraigo. No hay nada claro en mí. No tengo fondo, soy toda matices, me extiendo en el reino de la sombra. Soy una ciénaga de riqueza inconmensurable, contengo todos los totems, los dioses prehistóricos, los tesoros de los tiempos pasados y por venir. Soy la matriz. Más allá del inconsciente, soy la creación misma. Escapo a cualquier definición. Sé que se me ha adorado. Desde que los seres humanos desarrollaron una chispa de consciencia, me identificaron con ella. Como un corazón de plata perfecta, brillaba en las tinieblas de la noche. Era la luz que nebulosamente sospechaban que reinaba en lo más profundo de sus almas ciegas. Me había hundido en todas las oscuridades del universo. Allá donde las entidades ávidas acechan la menor chispa de consciencia, dimensiones de locura, de soledad absoluta, de delirio helado, de ese silencio doloroso que se llama Poesía, he reconocido que para ser tenía que ir ahí donde no estaba. Caí en mí misma, cada vez más hondo. Me perdía descendiendo hacia ningún sitio, hasta que, al final, 'Yo", la oscura, dejé de ser. O mejor: era una concavidad infinita, una boca abierta que contenía toda la sed del mundo. Una vagina sin límites convertida en aspiración total. Entonces, en esta vacuidad, en esta ausencia de contornos, pude por fin reflejar la totalidad de la luz. Una luz ardiente que transformé en su reflejo frío, no la luz que engendra sino la que ilumina. No insemino, sólo indico. Quien recibe mi luz conoce aquello que es, nada más. Es más que suficiente. Para convertirme en recepción total, tuve que negarme a dar. En la noche, cualquier forma rígida se ve aniquilada por mi luz, empezando por la razón. Bajo mi claridad, el ángel es ángel, la fiera es fiera, el loco es loco, el santo es santo. Soy el espejo universal, cada cual puede verse en mí.»

El Sol

«Me renuevo sin parar. Mientras me consumo, voy dando calor a cada brizna de hierba, a cada animal, a cada ser vivo sin excepción: acepto que a eso se llame Amor. Desaparezco y vuelvo cíclicamente. Asimismo, para entrar en mi esplendor, espero de los seres humanos que puedan enterrar su pasado y empezar una nueva vida. Los ayudaré a ello. Allá donde yo brille, disuelvo la duda, entro en los rincones más oscuros del alma y los inundo de mi luz. Impulsados por mi aliento, atravesaréis el río de las pulsiones dementes y, purificados, llegaréis al lugar donde todo crece sin esfuerzo. Brillo en el corazón de la materia, soy su esplendor secreto, no es nada sin mí. Pero, cuando se me resiste, cuando no me percibe como su fuerza vital, es un cadáver. No dejo de impregnarla con mis gotas de inmortalidad. Para vosotros, hijos míos, engendro sin fin la alegría y la euforia vital. No seáis impermeables a mi luz eterna. Ved cuan bajo es el muro que os separa de mí. Lo he concebido para que todos podáis saltarlo, es un juego de niños. Bajo mis rayos conoceréis el afecto vital, desnudo, sincero. Soy la solución a todas las dificultades. Soy el ojo puro y, al mismo tiempo, la resonancia del primer grito. Lo que llamáis oscuridad sólo es el olvido de mi luz, de mi amor siempre presente. Anuncio sin parar el final de la noche. Todo lo que no es claro no soy yo. Soy la renovación continua y regeneradora, la que uno espera toda la vida. Se me llama Sol pero no tengo nombre, soy el esplendor radiante de la existencia. pero qué soy si nadie me refleja? ¿Cómo puedo ser ilimitado si nadie me pone límites? ¿Qué es mi inmortalidad sin el camino de la muerte¿Qué es mi eterno presente sin la trampa del tiempo que pasa?¿Qué son mis semillas de oro sin surcos de tierra en los que hundirse? ¿que es mi alimento si nadie lo devora? En verdad, mi amor es en gran parte mi necesidad del otro... Por eso me reproduzco sin cesar. Multiplico mi energía en infinitos espejos, me vuelvo amante de mis propios hijos. En su alma me busco a mí mismo, hablo conmigo mismo. Soy el padre universal de mí mismo. Todas las madres del mundo, a las que he fecundado, no hacen sino engendrarme. El niño Sol tiene todos los derechos. Cedo esos derechos a la humanidad consciente.»

El Juicio

«Has fluido con el río negro del Arcano XIII. Has hundido tus raíces en la oscuridad de El Diablo. Has sido el demonio que levantaba tristemente su antorcha como una nostalgia de la luz. Cuando errabas por el fondo del abismo, yo no te olvidaba. Ahora puedo entrar en contacto contigo, pero poco a poco, con una paciencia y una suavidad infinitas, porque soy demasiado fuerte. Puedes unirte a mí si has sido preparado, si has hecho el viaje a las profundidades de tu ser, si has conocido todas las facetas de tu masculinidad y de tu feminidad y las has conciliado, equilibrado. Te aporto la luz de todos los universos. Mi potencia exige que hayas hecho la paz contigo mismo, que desde lo más profundo de tu inconsciente haya empezado a crecer el Árbol nuevo. Que todo tu ser se halle sumido en una infinita plegaria, que cada una de tus células esté en paz. Que estés, como los personajes, desnudo, en plena confianza y en plena aceptación de lo más alto que hay. Sin la divinidad no puedo existir. Cuando el ser se convierte en un verdadero niño confiado, tranquilo, sólo entonces aparezco, como la certidumbre total, como la llamada que resuena desde el principio de los tiempos. Mi música, esencia divina de la palabra, te inspira un deseo imperioso de elevarte. Despierta todo lo que estaba dormido, resucita todo lo que estaba muerto, abre las lápidas selladas. Hago estallar todas las palabras para que, a través de tus plegarias, puedas llegar al ámbito de lo inconcebible, donde reina el milagro de la vacuidad. Yo sé. He visto al Creador. Entonces, sencillamente, lo anuncio. Transporto la llamada irreprimible de la Consciencia. Soy el despertar, el milagro que se produce en el interior de tu ser. Irresistible certidumbre. Cuando respondes a mi llamada, cada una de tus acciones es como una orden que te doy. Ya no hay duda. Te pones a hacer, a pensar, a amar, a vivir, a desear en pleno acuerdo con la voluntad divina. La vida vale la pena ser vivida, todo se realiza en la calma, la meditación, la benevolencia y la alegría. Vengo de un inconcebible huevo de oro donde el ser y el no ser son sólo luz indiferenciada. Soy la más alta realización de tu psiquismo tu pensamiento convertido por fin en andrógino. Vengo a liberarte de los límites del hombre y de la mujer. El círculo de nubes celestes que me rodea no es sino tu cerebro azul estallado. Borro para siempre tus fronteras. De encarnación en encarnación, de transformación en transformación, con certidumbre, con la alegría constante, te permito ser lo que siempre has sido, un emisario de Dios.»

El Mundo

«Aquí estoy, ante vosotros, alrededor de vosotros y en vosotros, con inmenso placer. Soy un ser completo. No hay en mí nada que se me resista. Todo es unidad. Cada cosa está en su sitio, soy una consciencia invulnerable, soy la danza perpetua de la totalidad. El que no me conoce dice "no" cuando el universo dice "sí", y esta negación a mi inmensa aceptación lo conduce a la impotencia. Pero el que se vuelve completamente puro y cóncavo, el que me deja entrar en él, empieza a danzar conmigo, a decir lo que digo. Ése conoce el amor universal, el pensamiento total, el deseo cósmico, la fuerza de vida impensable. Ese conoce la quinta esencia, la unidad de todas las energías. Si llegas a mí, es decir si me desarrollas en ti, saborearás la felicidad suprema que es la felicidad de vivir. Para ello debes disolverte en la joya ardiente de mi presencia. Como cuatro ríos que regresan a su única fuente, deja que tus conceptos, enjambre de abejas ciegas, se fundan en mi felicidad. Deja el tropel de tus sentimientos anegarse en mi exaltación infinita; ofréceme la jauría enloquecida de tus deseos para que enriquezca, como un manjar exquisito, mi constante creatividad. Y que toda tu materia, con sus inevitables necesidades, se entregue a esta transparencia que me anima. Entonces serás amo de tu universo. En tu interior, tu libido no se agitará, tus pasiones no podrán inundarte, tus pensamientos no te destruirán, y tu cuerpo no obstaculizará tu existencia. Estarás pleno, unido a mí en la danza, en el gozo, en la fiesta inconmensurable. Mediante la obediencia permito que tu intelecto aprenda a ser; mediante la paz absoluta, que tu corazón aprenda a amar; mediante el aprendizaje de la recepción, que tu sexo aprenda a crear; mediante la aceptacion de la muerte, que tu cuerpo aprenda a vivir. Si, como un león hambriento y sediento, abandonas la presa para elevarte hacia el alma, me encontrarás por fin. Soy el placer de vivir y de la realización. Soy la flor efímera que nace constantemente del abismo; represento la materialización de todos los sueños, el alma sin la cual el mundo no es mundo, sino un desierto estéril, el final de la esperanza. Soy el objetivo de todos los caminos. Gozo inefable. Como una virgen santa, llevo en mi matriz la divinidad. Soy la concreción aquí mismo de la energía sagrada de El Loco. Soy el Mundo que Dios ha creado para ser amado por él.»

Textos de "La Vía del Tarot", Alejandro Jodorowsky